Fin de la historia. Lance Armstrong ha confesado que se dopó, algo que llevaba años negando y ahora amenaza con tirar de la manta y desmontar un entramado que salpicaría no sólo a su equipo (US Postal) sino también a la UCI (Unión Ciclista Internacional). Aunque todavía no se ha emitido, ya se conocen alguna de las controvertidas declaraciones del ganador de siete Tours en el programa de Oprah Winfrey, una entrevista que ha sacudido los cimientos del ciclismo y una revelación que llega, visto su contenido, muy tarde.
El adalid de la superación, tanto deportiva como de salud, el hombre de voluntad inquebrantable y que juró y perjuró que estaba limpio, no sólo se retracta sino que ahora implica a más actores, confiesa que los altos estamentos del ciclismo conocían y toleraban sus actividades, y que incluso que su equipo se valió de dinero público para financiar su programa dopante. Todo un mazazo para un deporte bajo sospecha desde hace unos años por casos como la Operación Puerto o la última sanción a Alberto Contador.
Cuesta adivinar porqué ahora Armstrong lanza el órdago, cuando hace escasos meses que aseguró que no se defendería de las acusaciones y permanecía impasible cuando se le retiraban sus títulos. El ahora triatleta y especialista en Ironman se enfrenta no sólo a un posible delito de perjurio (que puede suponer prisión) sino a una opinión pública que ve en esta revelación sensacionalista un intento para limpiar su imagen, purgar pecados y poder seguir compitiendo en pruebas extremas con normalidad. Una maniobra de malabarista buscando el perdón y demostrando afán de colaboración para terminar con una lacra que salpica incluso a los máximos mandatarios. Pero Arsmstrong no podrá tapar ni limpiar nunca lo único que parece verdaderamente cierto en esta historia. Mintió.
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