lunes, 26 de mayo de 2014

No sé ganar, mi artículo del @dxtcampeon

Hola a todos!

Os dejo mi artículo de esta semana en el Dxtcampeón sobre la celebración de Cristiano Ronaldo tras el cuarto gol ante el Atlético. Porcierto, siento la errata ya que cuando escribí el artículo fue el domingo, de ahí la confusión de poner ayer al referirme a la final.



No sé ganar
Fui jugadora de ajedrez durante muchos años, estuve federada e incluso llegué a competir en un Campeonato de España. Pero en todas las partidas, independientemente del rival, siempre debías de mantener el rictus serio. No importaba si estabas a punto de hacer la jugada ganadora, no debías de dar pistas al contrario. Y entonces él ejecutaba el movimiento, le daba al reloj, comenzaba a correr tu tiempo y sabías que la victoria era tuya. Movías la pieza, terminaba la partida, le dabas la mano a tu rival y te guardabas tu expresión de júbilo para cuando no estuvieras enfrente de él. La elegancia del ajedrez, arte milenario, reconocía al ganador como alguien que respeta profundamente a su oponente y no hace aspavientos ni fanfarronea aunque haya vencido.

Nada que ver con lo visto ayer en el Estadio da Luz en Lisboa. Con el partido ya roto, el Atlético muerto ya desde el gol de Ramos que salvaba al Madrid del descalabro y lo metía en la prórroga, llegó la señalización de la pena máxima, cuando los blancos ya ganaban por 3-1 gracias a los tantos de Bale y Marcelo. Injusto castigo y escasas luces las de Bjorn Kuipers, que aún se coronó dando dos minutos de descuento en la prórroga. Esos once metros, ya intrascendentes, ese penalti que decidió tirar un Cristiano Ronaldo, totalmente desaparecido en el choque. Ese guiño a la cámara cuando sonaba el himno de la Champions y esa sonrisa de autoconfianza dio paso a uno de sus partidos más mediocres. Pero nos faltaba la guinda.

Preparado para lanzar, vista al frente y confiado, sin presión, sabedor de que ya era ganador, perdón ERAN ganadores, fusilaba la meta de Courtois y se echaba una carrerita mientras se despojaba de la blanca elástica para exhibir su trabajado torso mientras emitía guturales sonidos. Preciosa estampa. Todo elegancia y señorío, una manifestación de alegría que daba vergüenza ajena. La demostración de un ego superlativo que lastra lo enorme jugador que es el luso y la prueba de que no sabe ganar y de que la celebración era por él, por haber marcado, por limpiar su imagen pésima en el duelo y, de paso, copar las portadas de los diarios, y dar que hablar sobre el número de abdominales que hará al día.

No fue el único que no estuvo a la altura. Un Xabi Alonso, más bien mesurado en sus declaraciones, saltaba cual cabra la valla que lo separaba del campo y enfundando en un carísimo Emidio Tucci (suponemos que así lo exige el compromiso publicitario) corría por la banda a celebrar el gol que daba la llave para disputar la prórroga. Y qué decir de Florentino Pérez, con sus celebraciones Give me five con políticos, y sus humildes declaraciones. “Está mal que yo lo diga, pero este club es una leyenda” y “Ya nos va a pedir la undécima”.

Deslucen todos ellos a un Ancelotti que ha demostrado que se puede liderar sin confrontar, un Sergio Ramos con fe inquebrantable y un Iker Casillas ejemplo de cómo se deben encajar las nuevas circunstancias. Pero no serán ellos la imagen del Madrid que ha ganado su Décima Champions. Será Ronaldo y sus pectorales, su grito de rabia, su ego insaciable ya saciado, su falta de tacto, de elegancia y de todo. Porque por mucho Balón de Oro que tenga le falta algo fundamental en un deportista y es que no sabe ganar.

Feliz lunes!

martes, 20 de mayo de 2014

Confianza, mi artículo para el @dxtcampeon

Buenos días,

Os dejo mi artículo de hoy sobre la confianza que mostró el Atlético y que, en mi opinión, fue la clave para ganar al Barcelona y ser, de forma merecida, el actual campeón de Liga.


Confianza

El Atlético es el flamante campeón de esta Liga que parecía que no quería ganar nadie. El Barça y sus medios renunciando a ella cuando aún era matemáticamente posible, el Madrid preparando las celebraciones de la décima que aún no ha ganado y el Atlético fallando cuando más necesitaba los puntos, sumando sólo dos de los últimos nueve posibles.

No falló en el Nou Camp. Pero no ganó por el gol de Godín que le daba el empate y, a la postre, la victoria. Venció porque tuvo algo de lo que el conjunto del Tata Martino careció: confianza. En que no importaba que a los 25 minutos ya no contase en el campo con Diego Costa y Arda Turán, ni tan siquiera que un conjunto azulgrana insulso y sin ideas se hubiese adelantado por medio de un tanto que ni el propio Alexis se creía. Así se lo transmitió el Cholo Simeone a sus pupilos en el descanso. “Tranquilos muchachos, todo va a salir bien”. Esa convicción de que no importaban las adversidades, de fe en el trabajo y en su equipo, se contagió a los once jugadores, que salieron como un obús y noquearon a un Barça que parecía que nunca había terminado de creerse que podía ser campeón.

Confianza, simplemente eso necesitó el conjunto rojiblanco para ganar. Algo tan simple y tan difícil de conseguir al mismo tiempo. Eso de lo que carecieron Barcelona y Madrid. Ante la fuerza que confiere esa palabra poco podían hacer los del Tata Martino, que sólo pudieron rendirse a un equipo que con casta y corazón consiguió que el sábado, la mayoría nos hiciésemos por unas horas un poquito del Atleti. Incluso el Nou Camp se rindió a los rojiblancos con una sonora ovación.

Simeone sigue escribiendo la historia reciente más brillante del Atlético de Madrid, mientras en Barcelona se afanan ahora en recuperar su brújula. Dejando a su entrenador que diese sólo la rueda de prensa en la que anunciaba la “crónica de una despedida anunciada”, con Luis Enrique ya calentando motores para su presentación y con Zubizarreta y Bartomeu desaparecidos en combate. Feo gesto de una entidad que presume de valores, pero que parece que de puertas para dentro a veces se los olvida.


Año horribilis para un Barcelona que ahora quiere dar un golpe de timón, reorientar el rumbo que perdieron desde la marcha de Pep Guardiola y volver a deslumbrar en España, Europa y el Mundo.

Quizá la clave sea menos fagarrosa que “los cambios profundos” que Bartomeu declaró que se iban a producir. Es probable que sea mucho más sencillo que fichar a un nuevo técnico, hacer limpieza de jugadores, renovar a intocables y cumplir todos sus caprichos. Puede que todo se reduzca a esa palabra, a ese sentimiento que hace que te creas, por unos segundos, invencible, capaz de todo, sabedor de que pese a las dificultades te sobrepondrás a todo porque tu determinación es más fuerte que cualquier contratiempo que te puedas encontrar en tu camino. Lo que ha tenido este Atlético, lo que le ha faltado al Barcelona. Confianza.


Feliz martes!

viernes, 16 de mayo de 2014

Objetivos

Hola a todos! Siento estas semanas de momentáneo abandono del blog, pero el trabajo me ha quitado mucho tiempo. Os dejo mi artículo-homenaje de esta semana en el Dxtcampeón sobre Yago Lamela.

Feliz viernes!


Objetivos

“Vi que no había forma de volver y me quedé sin metas” (Yago Lamela)

La vida de los atletas de alta competición suele ser corta, pero en el caso de Yago Lamela ésta se vio truncada cuando se encontraba en la cima de su carrera. Campeón del Mundo en Maebashi y en Sevilla, sus duelos con Iván Pedroso eran memorables. Su sonrisa, su melena que se recogía antes de ejecutar el salto y su técnica depurada que le había hecho volar logrando aquella marca de 8,56, récord europeo que permanecería imbatido casi diez años, se han apagado.

Su Tendón de Aquiles, verdadero caballo de batalla de los atletas, comenzó a protestar en 2004, obligándole a competir en Atenas anestesiado. A partir de ahí llegaría el particular via crucis de Lamela, con varias operaciones, un accidente de tráfico, recuperaciones que no llegaban y finalmente su forzoso retiro de la alta competición.

Todo por lo que había luchado, y sus sueños que le quedaban por cumplir se evaporaban. Muchos atletas cuando tienen que retirarse aluden a ese vacío que se siente: les preparan para competir, para ser los mejores, para las largas horas de entrenamiento, para los éxitos y fracasos, es toda una escuela de la vida. Pero, ¿quién les prepara para cuando todo termina?

Cuatro, cinco, seis años luchando cada día e invirtiendo horas en lograr un objetivo y entonces este desaparece y sólo queda el vacío. Yago reconocía en una de sus últimas entrevistas que se había quedado sin metas y eso le había sumido en la oscuridad. La mala suerte parecía haberse querido cebar con el avilesino. Tras su forzosa retirada se había inscrito en un curso de helicópteros en Cuatro Vientos (Madrid) y, desafortunadamente, cuando ya acumulaban un buen número de horas de vuelo ésta quebraba. Había intentando retomar sus estudios de informática en la Universidad de Iowa, pero finalmente no le habían dejado hacerlo.

Diez años después de volar de Maebashi Lamela tenía que abandonar lo que había sido su vida y comenzar de cero. Complicado volver a construir nuevas metas, nuevos sueños. Lo sería para cualquiera de nosotros. Levantarse cada día sin un objetivo, sin ningún plan. Quitar hojas al calendario sin ningún tipo de aliciente, ver cambiar las estaciones sin que esa circunstancia llegase a inmutarnos, convertir la vida en una sucesión de monótonos días. Nunca sabremos qué pasaba por la mente de Yago Lamela en todos estos años de lucha, una batalla que ganó a su corazón.

Un músculo que había latido con fuerza celebrando cada una de sus gestas y que, como Yago, perdió su objetivo: El de Yago era volar cuando, el suyo, latir. D.E.P yago Lamela