Seguros deportivos
A raíz del desgraciado desenlace
de una gimnasta acrobática de un club de Vigo, que sufrió la amputación de una
pierna debido a una fractura de rodilla, ha vuelto a primera línea de
actualidad un verdadero tema escabroso dentro de las federaciones: los seguros
deportivos. Hablamos de un acuerdo que cada Federación rubrica con diferentes
centros privados, cuya cuantía sube año a año, aunque las prestaciones siguen
siendo ínfimas, y que obliga a los deportistas a acudir a los ambulatorios
concertados para no tener que abonar por el servicio.
En el deporte amateur el
porcentaje que los deportistas pagamos por el seguro federativo obligatorio es
proporcionalmente mayor que lo que pagamos por la ficha, pero eso no tiene
porque repercutir positivamente en la atención recibida. Por fortuna, como
deportista, nunca he sufrido lesiones de gravedad, pero en alguna ocasión, como
todos los jugadores de baloncesto, tuve el tan famoso esguince de tobillo. Tras
conseguir una cita en un ambulatorio privado, la atención se limitó a un
vendaje que, cual serpiente se iba deshaciendo a medida que caminaba.
¿Conclusión? Cita en un fisioterapeuta privado, vendaje deportivo, electrodos y
cura. Y por desgracia, mi caso no es aislado.
¿Para qué pagan los deportistas
un seguro deportivo si este no funciona? Si al final uno termina teniendo que
buscarse las habichuelas, si suben año a año para pagar favores a determinados
centros. ¿No estaremos haciendo algo mal? Si sigue sin ser primordial la
seguridad del deportista y si al final por supuestas imposiciones de las
aseguradoras se comete una presunta negligencia médica que repercute en una
menor, ¿no ha llegado el momento de replantearse el modelo actual?
A los clubes no creo que les
importase pagar incluso más si fuese necesario si se garantizase la seguridad
de sus jugadores y que, en cualquier caso, éstos estuviesen respaldados por
unos servicios médicos siempre de calidad.
Lo sospechoso es pagar este servicio médico cuyo único objetivo parece
ser incentivar a la sanidad privada que, como en todo, cuenta con buenos
profesionales y otros no tanto. El problema radica en que, paradójicamente,
cada año los jugadores nos vemos obligados a adjuntar un certificado médico
que, en general desde el Sergas, se niegan a firmarnos. ¿Y a donde acudimos? Al
centro concertado federativo que, previo pago, certifica lo sanos que estamos y
lo guapos que somos.
Y mientras tanto, nos persigue
esa sensación de que el dinero se cuela por algún agujero, porque año a años
los clubes amateur pagan más en arbitrajes, fichas, seguros, multas…pero nadie
sabe a dónde va todo ese remanente, si termina en unas arcas federativas o acaba
en determinados bolsillos.