lunes, 11 de noviembre de 2013

¡Corre!, mi artículo de Dxtcampeón

Hola a todos!

Os dejo mi artículo de hoy en el Dxtcampeón sobre Joy Johnson, la octogenaria que murió tras correr su 25ª Maratón de Nueva York y las motivaciones de los corredores.


¡Corre!

“Esforzarse al máximo dentro de tus límites individuales, ésta es la esencia del correr, y una metáfora para la vida”, (De que hablo cuando hablo de correr, Haruki Murakami)

Esta máxima, que se puede aplicar a todos los corredores, ilustra la historia de Joy Johnson, la octogenaria de 86 años, que falleció recientemente tras haber traspasado la línea de meta de la Maratón de Nueva York por vigésimoquinta vez consecutiva en su vida.

La veterana atleta, que sufrió una caída en el kilómetro 32, se negó a pasar por un centro médico y paró su crono en 7 horas, 51 minutos. Las cámaras de televisión captaron su llegada, con vendaje incluido en la cabeza. Lo había vuelto a conseguir. No fue su mejor tiempo, consumió casi tres horas más que en su primera carrera, en 1988, pero lo importante para Johnson era que la había terminado. “Correré en la cola pero no me importa, sólo rezo para poder levantarme cada mañana y correr. Mucha gente a mi edad está en silla de ruedas”, confesaba.

Johnson, ligada en su juventud al deporte como maestra de Educación Física y entrenadora de voleibol y atletismo, hizo de su jubilación el pistoletazo de salida de su aventura como corredora. Un inicio donde otros solo verían un final, la demostración empírica de que siempre es posible empezar algo en cualquier momento de la vida. Solo hay que querer.

Una mujer que se fue como habría querido “con las zapatillas puestas”. Las mismas que cada fin de semana se calzan los corredores que participan en las carreras por toda nuestra geografía. No hace falta cruzar el charco para ver cómo se tiñen las calles del color de sus elásticas, se oyen los ecos de su esfuerzo y brillan las gotas de sudor de su frente. La fiebre runner ha llegado para quedarse, aunque algunos no entiendan el porqué de correr y lo vean con escepticismo. Es simplemente la batalla más primaria: la que se libra contra uno mismo. Contra ese dolor incipiente que ataca cuando la cinta ya se vislumbra a lo lejos, una condición que va intrínseca a este deporte, pero que se supera al finalizar la carrera, y que al final nos hace, como reconoce Murakami, “sentirnos vivos”.

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