lunes, 1 de diciembre de 2014

Últimos artículos en el @dxtcampeon: Sin identidad y Canastas y Goles

Hola a todos!

Siento el retraso esta semana en las actualizaciones pero son semanas de bastante trabajo. Os dejo mis dos últimos artículos en el Dxtcampeón. El primero, "Sin identidad", sobre los problemas del Deportivo, que sigue sin encontrar su camino y el segundo comparando lo que significan y suponen en el deporte canastas y goles, pequeñas victorias y derrotas que sufren los jugadores.

Espero que os gusten. Feliz lunes!

Sin identidad

Lo peor que te puede pasar es no saber quien eres. Cuál es tu identidad, que es lo que te define. ¿Te representa tu ataque o tu defensa?  ¿Cuál es tu referente,  a qué jugador te encomiendas cuando parece que todo falla?

Es probable que en el caso del Deportivo ese hombre que está faltando tenga nombre y apellidos: Lucas Pérez. Fue él el que se echó el equipo a la espalda en aquel ya parece que lejano encuentro ante el Valencia. Sería una buena noticia que los problemas del Dépor dependiesen únicamente de un nombre, o no, pero da la impresión de que los males del Deportivo van más allá.

Ante la Real Sociedad habría que volver a obviar una primera parte de un conjunto falto de ideas, de espíritu y de alma. Demasiado estirado para que Postiga recibiese balones entre líneas, con un Juan Domínguez en tierra de nadie y Haris de líbero atado. Sin medular, sin dominio del centro del campo, el conjunto txuri urdin campó a sus anchas por el verde de Riazor y, por fortuna para los blanquiazules, se llegó al descanso con tablas en el marcador.

La irrupción de Wilk cambió la cara de los deportivistas, el esférico rodaba con más criterio sobre el césped y el polaco se afanaba en recuperar balones, ayudaba en tareas defensivas y liberaba a Haris, que se unía más a la ayuda en ataque. Con los dos equipos justos de gasolina, fueron los locales los que parecían llegar con más combustible a los minutos finales, pero la mala puntería, la falta de convicción o, también por qué no, la mala suerte propiciarían que el marcador ya no se moviese.

Reparto de puntos, nueva jornada sin encajar, pero también sin poder ver puerta. Lecturas positivas y negativas que se entremezclan. Dar o no el punto por bueno, cuestión de perspectiva. Siempre es bueno puntuar, pero en mi caso este nuevo empate me ha dejado una sensación inquietante. De ver a un equipo que, por momentos, parecía no saber a qué jugaba. Con futbolistas que recurrían al patadón para no complicarse y casi a continuación se liaban con pases imposibles en el área.

Un conjunto atenazado por su posición en la tabla, por sus dudas, por las lesiones de sus jugadores importantes y que sigue buscando aquello que lo defina, que sea su seña de identidad, que lo aparte de una mediocridad que asoma en ciertas fases de sus encuentros. No es que el Deportivo no sepa en qué espejo mirarse, es que no está seguro de qué imagen proyecta su reflejo. En cierto modo continúa inmerso en una pretemporada de la que no termina de salir.

Tiene que decidir quién quiere ser, a qué quiere jugar, con qué sistema se va a identificar y qué espera conseguir. Mientras no conteste a estas preguntas sólo el talento individual de alguno de sus jugadores podrá salvar los muebles, pero el Deportivo seguirá careciendo de algo que no es negociable: su identidad. 

Canastas y goles

Canastas y goles, goles y canastas. Ambas acciones sirven en baloncesto y fútbol, respectivamente, para ganar o, en el caso del balompié, también para empatar encuentros. Choques en el fútbol que no siempre premian a los espectadores con dianas, partidos que se saldan con tablas sin tantos. Escenario nunca contemplado en baloncesto.

Un gol mina la moral del contrario, eleva la del rival, puede servir de impulso para que todo un equipo sea consciente de que puede ganar, pero raro es el encuentro que se cierre con muchos goles, amén de aquellos en los que los dos grandes se dedican a pasearse por el campo con sus figuras que valen lo mismo que todo el presupuesto de los conjuntos ante los que se enfrentan.

¿Cuántas canastas hay en un encuentro de baloncesto? Cada una de ellas, es o una pequeña derrota o una pequeña victoria. Los jugadores deben sobreponerse a cada una de estas acciones, sin dejarse llevar ni por una euforia desmesurada ni por el total desaliento. Como en la vida, terminan relativizándose. Por ser más habituales, en ocasiones muchas canastas dejan de ser extraordinarias, a diferencia de los goles, cuando realmente ellas también lo son. Nacen desde el fondo del campo en un saque, después de haber recogido un rebote, en un robo de balón furtivo, algunas fruto del acierto, otras de la suerte, sólo un autor, pero, como en el fútbol, muchos otros que ayudan.

Enseñan que nada es definitivo hasta el pitido final, que no importa si te golpean porque en la siguiente acción tú puedes devolver el golpe, que a veces todo depende de cómo toque en el aro para que el balón o caiga dentro de la cesta o termine sobre la cancha. La suerte, como en todo, juega su papel, pero curiosamente siempre suele caer de lado de los que más ganas le ponen y más lo intentan.

Los goles copan telediarios y minutos, complicados gráficos en los periódicos, tertulias radiofónicas, se estudia la velocidad, dirección, metros por segundo de un disparo…Mientras, las canastas, tan habituales, apenas unos segundos, como si su perfecta ejecución fuese sencilla. Depende de la orientación del cuerpo, los pies, la colocación de la mano, el movimiento acompasado del tren inferior con la elongación del brazo. Y probablemente el sonido de un esférico empujado contra la red de una portería sea glorioso para el delantero de turno, pero el que produce un balón al acariciar la canasta, suave e implacable, es música celestial.

Canastas y goles, goles y canastas. Por ser más comunes, por ver más de ellas en cada duelo se les resta en ocasiones su merecida importancia y su justo reconocimiento. Menos goles implican que sólo uno pueda cambiar el sino del partido y al final siempre tienden a considerarse extraordinarios. Ambas acciones comparten que los jugadores necesitan dominar sus emociones cuando éstas se materializan. Pequeñas victorias, pequeñas derrotas que, como en la vida, no deben nunca impedir seguir hacia adelante.

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