Saber Perder
El deporte siempre tiene
vencedores y vencidos, se gana o se pierde, alegría o tristeza. Tan importante
es saber estar en un bando como en otro, porque todos los deportistas saben que
ni victorias ni derrotas son definitivas, por lo que es necesario saber moverse
en las dos aguas. Generalmente, el tránsito por el río de la victoria está
lleno de emociones, que van desde la euforia desaforada hasta la contención. Es
complicado no echar las campanas al vuelo, creerse más de lo que uno es. Es sencillo
verlo todo con un cristal rosa que distorsiona, es fácil cruzar el río envuelto
en un aura de superioridad, que hace que olvides que hay que seguir remando.
Saber ganar es complicado, pero…
¿y saber perder? En una sociedad en la que parece que hay que tenerlo todo para
ser feliz, sea pareja, una casa, coche o el último gadget tecnólogico, ¿cómo
inculcar el necesario sentimiento de aprendizaje en la derrota? ¿Cómo enseñar a
los niños, que han crecido en una sociedad que les incita a tener todo lo que
piden y a padres que creen que deben cumplir todos sus caprichos, a vivir con
el sentimiento de derrota? No a veces se consigue lo que se quiere, ni en el
deporte, ni en la vida. Hay pérdida, hay decepción, hay malos momentos, hay
veces que hay que apretar los dientes y seguir.
No hay que enfadarse contra el
mundo, ni buscar culpables. Hay partidos de fútbol, de baloncesto, de tenis… en
los que los deportistas se quedan con la sensación de injusticia. Dando todo lo
que tienen, hasta la última gota de sudor, no ganan. Enseñar a vivir con la
frustración que puede traer como regalo la derrota es una digestión pesada de
asumir pero necesaria de metabolizar. Cada día vemos como muchos deportistas,
profesionales y amateur, digieren mal la derrota: aspavientos, malas caras,
reproches a compañeros, a árbitros…Acrecentando ya de por si el mal cuerpo que
deja perder.
Pero, se aprende más de una derrota que de cien victorias, y éstas son siempre una oportunidad para mirar en qué se pudo fallar y mejorar. Todo lo contrario que los triunfos, que suelen carecer de autocrítica.
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