miércoles, 29 de abril de 2015

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Hola a todos!

Os dejo el artículo de la semana pasada sobre la Maratón de #Coruña42

Quiero ser maratoniana



Desde primeras horas ya en pie, incluso antes de que asomasen los primeros rayo del sol. Con todo preparado sobre la silla de la habitación, perfectamente doblado y dispuesto. Desayuno con tiempo, saboreando el momento, consciente del gran día que espera por delante y que exige cargarse de energía.

La familia todavía descansa o se ha levantado para desear suerte al papá o la mamá que como buen valiente se va al campo de batalla. Acordado el sitio donde éstos se ubicarán, salida hacia las inmediaciones de carrera. Ambiente runner, abrazos, risas, nervios, calentamiento, estiramientos de piernas, inspiraciones y expiraciones, contando los minutos que no pasan hasta que llega el momento de colocarse en el cajón de salida.

Miles de sensaciones encontradas: los meses de preparación después o antes del trabajo, corriendo contra las adversidades que lastran las piernas, con la familia apoyando y ayudando a conciliar, los kilómetros acumulados en la mochila…y todo se reduce a ese momento. Prepararse, apretar los dientes, mirad hacia un lado y el otro y ver a compañeros de viaje, con sueños similares, con otros, con promesas por cumplir, con deudas que saldar, con cuentas que pagar…

Y suena el pistoletazo de salida y van pasando los kilómetros. Y volar sobre el asfalto es lo soñado y quizá ocurre. Pero entonces llega él, con su mazo, ese muro temible que hace que las piernas flaqueen. Pero cuando más difícil se ve llegan también los ánimos, no sólo del público, también de ellos, de los que siempre te han apoyado, en el kilómetro acordado, dejándose la voz con sus arengas. Y las piernas responden para llevarte en volandas hasta la meta.

Cada uno lo celebra, desde el primero  hasta el último, no hay ganadores ni vencidos,  sólo héroes que cumplen sus sueños, personas que explotan de felicidad una vez que cruzan la meta. Es inexplicable describir sus sonrisas, sus gritos de rabia, sus puños en alto. Sólo ellos pueden explicar lo que sienten, el cóctel de emociones que como una descarga les recorre todo el cuerpo.

Pero desde la distancia, desde mi puesto de observadora, siento una sana envidia por esa sensación plena de felicidad que deben de sentir y es inevitable decirse alguna vez a si mismo, aunque sólo sea por un momento, por  un instante, para experimentar eso una vez en la vida: Quiero ser maratoniana.

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