Con un poco de retraso os paso mi artículo de esta semana en Dxtcampeón sobre la Carrera de la Mujer, en la que participé por tercer año consecutivo.
Otro año más
Tercer año de la Carrera de la Mujer e idéntica ilusión. Es imposible no contagiarse de la alegría que inunda A Coruña cuando llega la ‘marea rosa’. 6.500 mujeres, ataviadas la mayoría de ellas con las camisetas oficiales de la carrera, tomaron de nuevo las calles de la ciudad durante hora y media.
Las risas, los nervios previos a la salida, la cuenta atrás…
Esta vez el recorrido transcurría por el paseo marítimo, un enclave único de la ciudad, y rendía homenaje a la Torre de Hércules. El cielo y el mar azul se fundían con la serpiente rosa, que se iba estirando con el paso de los kilómetros, cuando las piernas empezaban a pesar. Era entonces cuando un aplauso, un ánimo, un aliento del público presente durante todo el circuito, y sobre todo en las inmediaciones de la meta, hacía el resto para que las piernas volasen sobre el asfalto herculino.
No hay doblados en esta carrera, ni tiempos que importen. Lo fundamental es moverse, correr por una buena causa y salir a la calle a celebrar el éxito de una batalla que miles de mujeres (y hombres) libran día a día. Una jornada en la que la solidaridad está en los pequeños detalles. En esa compañera anónima que te pide que no te rindas, en la que te da agua cuando estás sedienta, en la que te dice que no te pares, en la que espera por su amiga que se ha quedado rezagada.
Madres e hijas, hermanas, primas, abuelas…Todas las edades, todas las generaciones reunidas por una noble causa. Porque correr es más que correr, es algo más que moverse, es un paso adelante en la lucha contra el sedentarismo. Es también un gesto. Como muestra la cola que había para donar pelo para pelucas. De la reticencia inicial se pasaba a una amplia sonrisa: la satisfacción que da ayudar a los demás, una recompensa mayor que cruzar cualquier línea de meta.
Más allá del evento me quedo con eso: el altruismo de las 6.500 mujeres que madrugaron un domingo, ellas y sus familias, después de una semana de trabajo, se pusieron sus zapatillas y se echaron a la calle a correr. Por ellas, por los que la enfermedad alejó de su lado y en pos de lograr que algún día el cáncer no de nombre a una iniciativa solidaria y su cura sea una realidad. Hasta que llegue ese momento… ¡Gracias chicas!
Foto: Iago López
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