Difícil describir lo visto ayer por televisión en riguroso directo por Eurosport (los que pudimos, ya que no es de interés general). El Flushing Meadows fue testigo de una épica batalla entre dos titanes del deporte de la raqueta. Imposible no claudicar ante el triunfo de Rafa Nadal, que más allá de su trabajada anatomía forjada con músculos de acero demuestra victoria a victoria que su verdadero tesoro está en su mentalidad.
Esa fe inquebrantable que hace que aunque estés a punto de caerte trates de golpear la pelota, esa que te permite levantar un 0-40 y terminar birlándole el set a tu rival, esa que provoca que celebres con rabia cada punto, cada juego, cada set como si fuese el primero.
Un ganador que parece pedir perdón cuando gana a su rival, que tiene palabras de aliento y que reconoce el esfuerzo y la maestría de su adversario antes que la suya propia. Que la tiene y a raudales. Un rayo de esperanza y de honestidad después de un fin de semana lleno de grandes despropósitos al ritmo de relaxing cup of café con leche.
Feliz martes!
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